viernes, 18 de mayo de 2007

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Uruguay intenta recuperarse del peor desastre hídrico en 50 años

Buenos Aires, 17 de mayo de 2007 (RENA). Las aguas bajan en Uruguay y la gente comienza a regresar a sus hogares luego de las históricas lluvias que provocaron un desastre nacional. La ayuda a los departamentos más afectados llega desde todos los rincones de ese país y también desde distintas naciones del globo, como Argentina, que envió a tres expertos en desastres y manejo de donaciones, según confirmó el embajador Gabriel Fuks, titular de la Comisión Cascos Blancos, a RENA.
La catástrofe provocó dos muertes y obligó a evacuar a más de 12 mil personas. Al cierre de este servicio, unas 8 mil seguían sin poder retornar a sus casas. La normalización de la situación llevará varios días, de acuerdo con el ministro de Vivienda uruguayo, Mariano Arana.
La peor suerte la corrieron los departamentos de Durazno (en el centro del país, a unos 180 kilómetros de la capital, Montevideo), Soriano (en el litoral oeste) y Treinta y Tres, (en el este). También hubo distintos grados de afectación en otros siete departamentos. En total, las peores lluvias desde 1959 complicaron a 10 de las 19 “provincias” uruguayas. Las pérdidas aún no fueron estimadas, pero supo de serios problemas en la ganadería y la agricultura del país.
El presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, recorrió la zona bajo agua y prometió ayuda para los miles de evacuados. El Parlamento declaró la semana pasada el “estado de desastre y de emergencia nacional”, para acelerar el financiamiento a las zonas devastadas.

“Ya no hay casas tapadas por el agua”

Mauricio López, un docente y programador de software de Durazno -que colabora en la recepción de ayuda para los centros de emergencia y administra un blog (http://x298.blogspot.com/) donde se ilustra el desastre- describió a RENA la actualidad de su departamento, donde se concentró la mitad de los evacuados del país.
El río Yí, que en su crecida causó enormes daños, desde hace unos días volvió a su cauce normal y ya no queda ninguna casa bajo el agua, dijo. Pero el problema radica en que muchos hogares están en muy malas condiciones. “Lo que quedó adentro es prácticamente irrecuperable, desde ropa, colchones, electrodomésticos, muebles”, relató.
El servicio de agua ya fue restaurado, luego de que se inundara la planta, pero aún recomiendan hervir el líquido, porque -dijo López- aún no es 100 por ciento potable. “La lucha ahora es por la limpieza y desinfección de casas (se están lavando con agua limpia, hipoclorito y se pintan con cal)”, narró. “A medida que se limpia, la gente retorna a sus hogares. Es un tema complicado por las enfermedades que esto puede acarrear, como leptoespirosis, hepatitis, gripe”, contó.
Tanto en Durazno, como en Treinta y Tres y Soriano, la situación sigue siendo complicada. Y en Rocha (200 kilómetros al este de la capital) el desborde del río Cebollatí dejó cientos de hectáreas productivas bajo cuatro y cinco metros de agua.
A través de las distintas intendencias municipales se informó que al menos 3 mil casas deberán ser reconstruidas, luego del paso devastador de las riadas de importantes cursos de agua, como los ríos Yí, el Olimar y Negro y sus afluentes, informaron medios internacionales.
En Treinta y Tres, el Olimar, que estuvo por encima de los once metros de su nivel habitual, comenzó un rápido retroceso que permitió que los damnificados comiencen la recuperación de sus hogares. Allí, según fuentes oficiales, comenzaron a vacunar contra la gripe y la hepatitis A, en especial a los niños.
En todos los departamentos afectados las autoridades recomendaron a quienes vuelven a sus hogares que extremen los cuidados por la posible presencia de ofidios y otras alimañas llevadas por la corriente y las medidas sanitarias para evitar enfermedades.

La ayuda del mundo

La embajada de Estados Unidos anunció una donación de 50 mil dólares para los damnificados y Japón una colaboración de 90 mil dólares. Por su parte, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) informó de la concesión de 30 mil dólares. Argentina envió frazadas y expertos en desastres.
El embajador de Estados Unidos, John Baxter, anunció la semana última que su gobierno donaba 50 mil dólares en efectivo para ayudar a los damnificados y como una retribución a la asistencia que el gobierno uruguayo extendió cuando el huracán Katrina destruyó Nueva Orleans.
Japón anunció la entrega de 90 mil dólares en materiales y equipos. Además, se informó que llegaría una misión de la ONU para evaluar los daños y se anticipó que donará otros 30 mil dólares.
El embajador argentino Gabriel Fuks, titular de Cascos Blancos, confirmó a RENA que el martes último enviaron un cargamento de un poco más de una tonelada de frazadas, por pedido expreso del gobierno uruguayo.
En una primera instancia, dijo, la intención era enviar pastillas potabilizadoras de agua y alimentos, pero el director del Sistema de Emergencias de Uruguay explicó que sólo necesitaban abrigo, porque estaban mojados y con bajas temperaturas.
Cascos Blancos envió además a tres personas: un experto en desastres, un especialista en el manejo del SUMA (programa informático de gestión de la ayuda en desastres) y un tercero para organizar el voluntariado local. La ayuda fue “acotada”, pero se quedarán hasta el viernes próximo para dar un breve curso de SUMA en coordinación con el COE uruguayo.
La Cancillería argentina informó en un comunicado que el Ministerio de Salud puso a disposición de las autoridades uruguayas a su director de Emergencias Sanitarias y la posibilidad de contar con un helicóptero sanitario argentino.

El desastre del ‘59

El intendente de Treinta y Tres, Gerardo Amaral, dijo días atrás que las actuales crecidas “superan en mucho la peor inundación que se recuerda en la zona, ocurrida en 1959”, informó el diario El País de Montevideo.
La catástrofe de medio siglo atrás se originó el 27 de marzo (Viernes Santo). Ese día comenzó a llover en todo el país y no paró durante todo un mes. Poblaciones enteras quedaron bajo agua, totalmente incomunicadas, sin energía eléctrica, teléfonos ni transporte. El número de evacuados llegó a los 44.726.
Ese año estuvo en peligro la represa Rincón del Bonete, de una gran importancia para el sistema eléctrico del país, y se tuvieron que producir varias explosiones para desviar el curso del agua. Eso obligó a evacuar ciudades enteras en previsión de posibles desastres.
El general Líber Seregni, líder histórico del Frente Amplio, tuvo un papel fundamental durante las inundaciones del ’59. En el libro “Seregni”, de Alvaro Barros-Lémez, aparece su testimonio del desastre.
Era abril y el coronel Seregni fue designado, bajo el mando del general Magnani, a atender las crecientes de las aguas en Paso de los Toros. La represa del Rincón del Bonete peligraba. Hacía allí partió el militar, de “campera corta, a la cintura, y pantalón”. La idea, dijo, era volver a los 40 días.
“Fue un comienzo de otoño (abril) tremendamente llovedor. Empezaron las noticias de que había desbordes de ríos y de arroyos, y que había una situación que se iba poniendo, de más en más, crítica, para la represa del Rincón del Bonete”, narró el militar.
“Fuimos en una avioneta. Primero hasta Paso de los Toros, el campito de aterrizaje de Paso de los Toros. Ya a la llegada era impresionante: era un mar, era un mar de agua todo, absolutamente desbordado todo, desde el Yí, desde el Yí hasta el Río Negro era agua, agua, agua, agua”, recordó.
“Había circulado el rumor, como un temor, de que la estructura de la represa no soportaría esa presión del agua. Ya se había tejido todo eso y se había creado un estado de semipánico de que reventara la represa y las aguas barrieran con la población de Paso de los Toros”.
Según Seregni, “había un temor de que eso podía pasar; incluso no estaba muy claro qué magnitud podía tener la ola y qué arrastre. Seguía creciendo el agua y la situación era insostenible. Ahí mismo se decidió plantear la evacuación de Paso de los Toros (...) Entonces, se consultó a Montevideo y se autorizó la evacuación”.
“Fue impresionante. Uno tomó conciencia de lo que era, lo que es la evacuación de una ciudad. Se daba un término perentorio de dos horas para concentrarse en la estación, con el reclamo, además, de que no llevaran más de una valijita de mano, que dejaran las casas como estaban, que no se podía llevar ni pájaro ni nada. Fue triste, penoso, trágico”.
“Hubo, en toda esa noche en que evacuamos todo, un solo accidente (...), el comportamiento de la gente en una instancia así, la responsabilidad y tranquilidad de la gente era para abrumar”, ponderó el hombre de armas.
“El agua estaba arriba del puente ferroviario (...) Fuimos hasta la estación Chamberlain, que era la primera que quedaba hacia el norte (...). Se hizo un llamado a los médicos. Como a las tres de la mañana se presentó un estudiante de medicina que andaba de cacería. Porque los médicos no estaban, se habían ido; no quiero hacer una crítica demasiado severa pero...no había médico. En esa noche el primer problema: un parto. Apareció una comadrona, la cosa fue feliz: ya sobre la mañana del otro día se produjo el alumbramiento, sin problemas”.
“El comando ­ en un determinado momento­ llegó a alimentar a un poco más de 16 mil personas entre los evacuados, la gente de la zona y los que estaban en el operativo. Había que carnear, por un lado, luego distribuir los víveres. Requisamos la ciudad de Paso de los Toros: las barracas y los comercios, según actas de requisa que se hicieron, recuperando todo lo que había y que podía ser afectado por el agua”.
“Después movilizamos a la gente. Hicimos una movilización forzosa: 'El que no trabaja, no come'; organizamos las cuadrillas de tareas, porque había mucho hombre en edad útil que estaba también evacuado”, rememoró.
“Por supuesto cabe recordar que la represa no reventó. (...) Cuando bajan las aguas, viene la etapa de recuperación de Paso de los Toros (...). Primero había que llevar salubridad e higiene, desagitar todos los aljibes, cambiar todo, antes de habilitar la llegada de la gente. Se dividió el pueblo en porciones y se llamó por la prensa y las radios, a los pobladores para que fueran volviendo a los hogares. Fue dramático. La noche en que regresaron los primeros pobladores fue de los momentos más difíciles y tristes que pasé”.
“Era de tardecita, la gente iba a sus respectivas casas. Con el jeep acompañé a un muchacho que se había casado poco tiempo atrás. Su casa había sido tomada hasta el techo. Abrió la puerta de la calle ­ la gente que no ha visto, que no sabe lo que es una inundación, no imagina cómo deja las cosas­: los muebles se habían descuajaringado todos, entre medio de sábanas y frazadas, y todo impregnado de un fango que arrastran las aguas, con un olor bastante desagradable. El muchacho se paró en la puerta y empezó a llorar”.
“Para mí, fue la experiencia militar de más valor que tuve en la vida, en el sentido de 'servir' que corresponde a las Fuerzas Armadas, en el sentido de lo que es 'defensa nacional' (en este caso también defensa ante una situación de calamidad). Como experiencia humana, como experiencia de aplicación de conocimientos, de organización, fue el punto más alto de mi actividad”, afirmó el líder uruguayo. (JIM)

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Mauricio López
Programador GeneXus y Multimedia,ganador de premios a mejor software. Entre mis clientes se encuentran entre otros StoraEnso, MEMFOD, y varias empresas más.También he trabajado para Presidencia De La República e Intendencia de Durazno. Docente de informática en secundaria, de reparación de PC y Redes en UTU.
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